jueves, 28 de marzo de 2013

No puede haber tanta perversión.

Es triste el nivel de manipulación emocional que se está manejando en las relaciones humanas hoy por hoy.

martes, 12 de marzo de 2013

Las transiciones hacia el equilibrio me están trastornando.

De ser autosuficiente y ermitaña, pasar a compartir todas tus aristas con alguien, a tratar de combinar ambos aspectos. Comprender que la sensibilidad es parte de un ser completo y pleno y aún así, encontrar serias resistencias internas al cambio que llevan a cuestionarte si es realmente el camino por el cual querés ir. Pero lo que más me cuesta es confiar en la palabra y los actos del otro. Viendo que la palabra está tan bastardeada y que no se ve acompañada por actos; que existen actos interesados y con fin último egoísta creer en el otro y en sus buenas intenciones es caminar sobre la cuerda floja con los ojos vendados. Estar reservándome siempre una parte de mí porque no podría tolerar más dolor. Yo no puedo entender cómo la gente va lastimando a los demás por la vida y duerme de noche.

Siento que si alguien te ofrece algo es porque atrás viene el pedido, sin duda. Porque ya no creo en los actos desinteresados. En el fondo sé que viene el reproche. Dejá, no me des nada que no quiero nada tuyo!! El chantaje emocional saca lo peor de mí. La mayor parte del tiempo me siento una loba mal herida que cuando le querés rascar atrás de la oreja, te muestra las dos hileras de dientes. No me toques! No quiero necesitar a nadie. En el fondo, siempre que pasa sucede lo mismo: la gente falla. Y los tortura menos a ellos que a mí. El mea culpa de intentar no fallar a toda costa, ese mambo es mío. Siempre tengo explicaciones para los demás. Esta bendición/maldición de aspirar a ser la que todo lo protege.

Sostenerme en lo que creo que es correcto a veces se vuelve una tarea casi insoportable. Es pelear en cinco frentes diferentes y recibir tantos golpes que ya no sabés ni de dónde vienen.

Hay un recinto en mí donde perduran los ideales propios de la adolescente que fui acerca de la bondad en las personas y el ansia de transformar el mundo. Con casi 30 años me aferro a eso como si de ello dependiera mi vida... no sé si mi vida, mas sí seguro mi profesión. Mi hermano dice, como el viejito del tren Retiro-Tigre que toca el bandoneón por unas monedas, que sólo el amor salvará al mundo. No se han visto nunca, los separan un montón de generaciones y definitivamente creencias religiosas, pero ambos coinciden en esto.

Yo creo en esto, incluso mucho más de lo que me permito admitirme. Cuando hablo de amor la gente piensa en algo sagrado. Y el amor es tan simple y accesible, y te hace finalmente tan libre que el hecho de que lo glorifiquen hace que nadie entienda en última instancia de qué están hablando. A mí la palabra amor no me da miedo y si es honesto y realista, es por lo único por lo que vale la pena soltar incluso esa parte que siempre guardo de mí.

lunes, 4 de marzo de 2013

sábado, 2 de marzo de 2013

Hace tanto que no me enamoro de alguien.

La emoción de la presencia de un hombre nuevo rondándome se me va a la semana. Después, es cuestión de costumbre. Esa sensación que este tampoco va a ser diferente se termina comprobando más temprano que tarde. Lo saben, que es incluso peor. Saben lo que pienso, se esfuerzan por mostrarse diferentes y la máscara se cae indefectiblemente. Y me aburro; me aburro horriblemente.

Es en una de las pocas cosas en las que me gustaría no tener razón. Porque tenerla me genera tristeza y desilusión. ¿Por qué apostar a ser diferente cuando pueden estar todos cortados por la misma tijera, no? Entiendo que es más simple, aunque más hipócrita con uno mismo. No sé cómo se vive siendo hipócrita con quien se es... se me trastorna la vida.

El cuerpo me dice que ninguno parece valer la pena si conservo la calma y la capacidad de responder a todo. Señales inequívocas. No vale la pena resignar la estabilidad que me confiere la soledad y el ser dueña de mí en pos de alguien que no termina de conocerme. O peor aún, tampoco está interesado en hacerlo. Si te quedás con dos o tres de mis aristas, te perdés la mejor parte.

Algo en mí dice que siga buscando. Creo que lo dice porque tiene fe y porque esa fe justifica que crea en la humanidad cuando la empiria me demuestra que estamos jodidos desde la línea de salida. Y porque perder esa fe implica perder el objetivo de mi vida. Yo quiero renegar de ser psicóloga y de este don/maldición que significa que la gente te hable, te confíe, se abra. Pero en los momentos en los que más quiero irme de mi yo son en los que más conecto con los demás. Entonces me resigno a aceptar que hay roles para los cuales nacimos y estamos destinados.